CLEI 3 RELIGION
El Bien y el Mal.
Normalmente utilizamos estas dos palabras como si tuvieran vida propia.
Para “el bien” existe una personificación muy difundida en el mundo: Dios. Por otro lado, “el mal” es personificado por Satanás.
¿Pero acaso estas dos palabras quieren decir en verdad que existe una polarización notable y real plasmada en dos personajes contrarios como lo son Dios y Satanás?
Usualmente si algo bueno sucede o consideramos alguna acción como digna de ser calificada como buena, automáticamente es atribuida a Dios. Y lo mismo para la asociación del mal con Satanás. Pero esto no constituye más que una abstracción necesaria para muchos en el sentido que permite separar unas acciones de otras.
El problema es que cuando se agrupan los conceptos mediante sistemas artificiales y, en este caso, muy subjetivos, se corre el riesgo de sesgar los diferentes hechos naturales y sociales, logrando únicamente una peligrosa confusión.
Desde tiempos inmemoriales, el ser humano fue creando gradualmente seres imaginarios que, en una etapa inicial, representaban a la naturaleza misma, y posteriormente otros seres que cubrían necesidades y aplacaban temores. Con esto, fueron atribuyéndose poco a poco características y comportamientos humanos a estos seres.
En una tercera etapa, estos seres fueron utilizados para manejar grandes masas de gente, es decir, con fines políticos y de poder.
Pero, evidentemente, cada nueva etapa mantuvo casi intactas las características de las etapas anteriores, y esto se hace evidente cuando vemos cuál es el concepto de Dios o Satanás en la actualidad: seres que de maneras distintas pero complementarias, han sido y son utilizados para mantener un orden general entre las naciones y en los círculos sociales reducidos; seres que dan consuelo o proveen castigo eterno; seres que representan aún a la naturaleza misma, ya que pueden ser encontrados y asociados con cualquier cosa o ser vivo existente en nuestro planeta. Pero, como Dios es el que representa el bien, tenía que existir una contraparte: Satanás.
Y este patrón lo podemos ver en diferentes culturas a lo largo de la historia humana. Cada cultura representa el bien en uno o más dioses y el mal en otros tantos.
Ahora, el concepto religioso del bien y el mal es absoluto, es decir, tajante y con fronteras muy delimitadas. Y es este el gran problema.
El concepto religioso define el bien como las cosas que ha mandado Dios que hagamos, y el mal como las que no. Todo esto se basa principalmente en libros como la Biblia, el Corán y otros.
Claro, decir que amar a los padres es bueno, es algo que nadie puede negar. Y lo dice en la Biblia. Pero, aprobar la esclavitud o la venganza es algo que se considera universalmente como algo malo. Sin embargo, el Dios de la Biblia ordena estas dos cosas.
Como podemos ver, la concepción religiosa del bien y el mal es muy subjetiva y altamente contradictoria.
Por otro lado, el bien y el mal se pueden analizar mejor desde un punto de vista de que la moral es un producto de la evolución del comportamiento humano: normas consensuadas que permiten un mayor beneficio y menor perjuicio a cada individuo que vive en una sociedad dada.
El bien y el mal son conceptos relativos y percibidos como tales (es decir, como bien o como mal) según la óptica de cada grupo cultural o social.
Si una persona hace daño a otra está mal, porque consensualmente ha sido determinado así, pero no quiere decir en lo absoluto que dicha persona ha sido movida por algún ente maligno portador de todo el mal existente.
El bien y el mal no son algo palpable ni algo que exista como tal. Son sólo conceptos relativos y que solo tienen sentido bajo el razonamiento humano.
Son abstracciones creadas para clasificar formas de comportamiento o causas de este. Son conceptos tan relativos como el frío o el calor, o lo claro o lo oscuro.
Lo que debemos dejar de hacer es pensar que el que hace el bien está guiado por algún ente portador de todo el bien del mundo, y el que hace el mal lo está por algún ente portador de todo el mal. Esta actitud sólo genera odios, discriminación y más ignorancia de la que ya existe en este mundo.
Lo que debemos dejar de hacer es pensar que el que hace el bien está guiado por algún ente portador de todo el bien del mundo, y el que hace el mal lo está por algún ente portador de todo el mal. Esta actitud sólo genera odios, discriminación y más ignorancia de la que ya existe en este mundo.
Clave para distinguir el bien del malBenedicto XVI, 24 julio 2207
Un mundo en el que Dios no existe se convierte en todo caso en un mundo de la arbitrariedad y el egoísmo,
Para comprender la línea de demarcación entre el bien y el mal hay que escuchar la voz del Creador. Sólo si aparece Dios hay luz, hay esperanza . Nuestra vida tiene un sentido que no podemos inventar nosotros, nos precede, nos lleva.
Hoy la moral y la religión «prácticamente han sido expulsadas» y «el único criterio último de moralidad y también de religión es el sujeto, la conciencia subjetiva que no reconoce otras instancias». «Pero de este modo el sujeto se convierte en una realidad aislada y cambian día a día los parámetros» de la vida moral.
Hoy se confunde el bien y el mal «con sentirse bien o sentirse mal» «Al final, sólo decide el sujeto, con su sentimiento, sus experiencias, con los eventuales criterios que han encontrado».
El Papa invitó a presentar los caminos que incluso la «conciencia laica puede ver fácilmente y a tratar de guiar hacia las voces más profundas, a la voz de la conciencia, que se comunica en la gran tradición de la oración y de la vida moral de la Iglesia.
«En la tradición cristiana, «conciencia» quiere decir «con-ciencia»: es decir, nuestro ser está abierto, puede escuchar la voz del mismo ser, la voz de Dios». «Por tanto, la voz de los grandes valores está inscrita en nuestro ser y la grandeza del hombre consiste propio en el hecho de no estar encerrado en sí mismo, en no quedar reducido a lo material, cuantificable, sino en estar abierto interiormente a lo esencial».
«En la profundidad de nuestro ser podemos escuchar no sólo las necesidades del momento, no sólo lo material, sino también escuchar la voz del mismo Creador y de este modo se puede conocer qué es el bien y qué es el mal». «Pero, obviamente esta capacidad de escucha debe educarse y desarrollarse». «Y precisamente éste es el anuncio al que estamos comprometidos en la Iglesia: desarrollar esta capacidad elevadísima donada por Dios al hombre de escuchar al voz de la verdad, la voz de los valores»
Para comprender la línea de demarcación entre el bien y el mal hay que escuchar la voz del Creador. Sólo si aparece Dios hay luz, hay esperanza . Nuestra vida tiene un sentido que no podemos inventar nosotros, nos precede, nos lleva.
Hoy la moral y la religión «prácticamente han sido expulsadas» y «el único criterio último de moralidad y también de religión es el sujeto, la conciencia subjetiva que no reconoce otras instancias». «Pero de este modo el sujeto se convierte en una realidad aislada y cambian día a día los parámetros» de la vida moral.
Hoy se confunde el bien y el mal «con sentirse bien o sentirse mal» «Al final, sólo decide el sujeto, con su sentimiento, sus experiencias, con los eventuales criterios que han encontrado».
El Papa invitó a presentar los caminos que incluso la «conciencia laica puede ver fácilmente y a tratar de guiar hacia las voces más profundas, a la voz de la conciencia, que se comunica en la gran tradición de la oración y de la vida moral de la Iglesia.
«En la tradición cristiana, «conciencia» quiere decir «con-ciencia»: es decir, nuestro ser está abierto, puede escuchar la voz del mismo ser, la voz de Dios». «Por tanto, la voz de los grandes valores está inscrita en nuestro ser y la grandeza del hombre consiste propio en el hecho de no estar encerrado en sí mismo, en no quedar reducido a lo material, cuantificable, sino en estar abierto interiormente a lo esencial».
«En la profundidad de nuestro ser podemos escuchar no sólo las necesidades del momento, no sólo lo material, sino también escuchar la voz del mismo Creador y de este modo se puede conocer qué es el bien y qué es el mal». «Pero, obviamente esta capacidad de escucha debe educarse y desarrollarse». «Y precisamente éste es el anuncio al que estamos comprometidos en la Iglesia: desarrollar esta capacidad elevadísima donada por Dios al hombre de escuchar al voz de la verdad, la voz de los valores»
Aunque parezca increíble, en el fondo del sí mismo existe la bondad, no la maldad.
Si observamos lo que ocurre en el mundo a nuestro alrededor podemos ver todos los días hechos de violencia, agresividad, muerte y destrucción. Es difícil creer que no exista la maldad en forma absoluta.
Por el contrario, la maldad parece reinar en todos los órdenes de la existencia.
¿Qué es el bien?, porque lo que es bueno para uno puede ser malo para otro. ¿Es acaso el bien algo relativo a las circunstancias o el bien es absoluto?
Platón dice que el Bien es la idea suprema y que el mal es la ignorancia.
San Agustín pasó gran parte de su vida cuestionándose sobre la existencia del mal, hasta que leyó a Platón y a San Pablo y se pudo convencer que el mal no existe, que no es en sí, no tiene Ser, que el mal es ausencia de bien.
Aristóteles considera una acción buena aquella que conduce al logro del bien del hombre o a su fin, por lo tanto, toda acción que se oponga a ello será mala.
Para Aristóteles, la bondad es un atributo trascendental del Ser.
Sócrates identificaba a la bondad con la virtud moral y a ésta con el saber. La virtud es inherente al hombre que es virtuoso por naturaleza y los valores éticos son constantes, por lo tanto el mal es el resultado de la falta de conocimiento.
Con respecto a la existencia del mal, Santo Tomás de Aquino nos dice que al crear este Universo, Dios no deseó los males que contiene, porque no puede crear lo que se opone a su bondad infinita.
Nos sigue diciendo que el mal no fue creado, el mal es una privación de lo que en si mismo como Ser, es bueno; y el mal, como tal, no es querido tampoco por el hombre, porque el objeto de la voluntad humana es necesariamente el bien. El pecador no quiere el mal, lo que quiere es el placer sensible de un acto, que se supone malo, pero su fin no es hacer el mal. No hay voluntad alguna que quiera el mal como tal.
Agrega que Dios creó un Universo cuyo orden exigía la capacidad de defecto y corrupción por parte de algunos seres.
Nos propone que la justicia exige que el mal moral sea castigado y postula que el castigo existe no por si mismo sino para que el orden de la justicia sea preservado.
La libertad es un bien para Santo Tomás porque hace que el hombre se parezca más a Dios. Él no quiso el pecado, pero lo permitió en razón de un bien mayor, que el hombre sea libre y pudiera amarlo y servirlo por propia elección. No quiso el mal físico por si mismo sino en provecho de la perfección del Universo.
Krishnamurti nos dice que el Bien es el orden total y el Mal es el desorden. El orden, en relación a la conducta en el aquí y ahora, es virtud; y el desorden es no virtud, destructivo, dañino, impuro.
Krishnamurti nos dice que uno puede sentir en el fondo de si mismo que la bondad absoluta existe, o sea el orden verdadero, libre de prejuicios. No se trata de aceptar un patrón o modelo externo sobre lo que es ordenado y bueno, porque todo patrón externo produce conflicto con el sí mismo y el conflicto es origen del desorden.
Sostiene que somos el mundo y el mundo es lo que somos, que la conciencia del mundo es nuestra conciencia y si comprendemos esto habrá compasión verdadera por todo y por todos, y que esta compasión es la libertad.
Está convencido que la sociedad es el desorden organizado; y que la negación de la continuidad de la violencia y del rencor, es el Bien. La sociedad soy yo y si yo no cambio la sociedad no puede cambiar.
Para él el Bien es absoluto y el mal no existe. En el momento que afirmamos la existencia del mal absoluto esa misma afirmación es la negación del Bien. La bondad implica renuncia total del yo; y salirse del egocentrismo es alcanzar el orden completo, la libertad, y la bondad.
Orden para Krishnamurti, significa conducta en libertad y la libertad es amor y no placer.
DUALISMO
A diferencia del monoteísmo y del politeísmo, que se definen por sus posturas antitéticas acerca de la existencia de un único dios (con exclusión de cualquier otro dios) o de un panteón jerárquicamente ordenado de varios dioses, el término «dualismo» se utiliza para designar habitualmente una serie de doctrinas diteísticas caracterizadas por la existencia, sobre todo en el plano cosmológico de la creación del mundo, de dos principios en conflicto.
En este sentido, el dualismo se sitúa, desde un punto de vista tipológico, a medio camino entre las creencias politeístas y las creencias monoteístas. En realidad, como veremos, aunque no todos los historiadores de las religiones coinciden a la hora de hablar de «religiones dualistas» y prefieren considerar el dualismo como una forma de religión que surge y se consolida en las tradiciones religiosas más diversas, las religiones dualistas que examinaremos, y especialmente el gnosticismo y el maniqueísmo, se caracterizan por haber surgido en un terreno religioso típicamente monoteísta: el del monoteísmo de la tradición judeo-cristiana.
De modo que prescindiremos aquí del problema más general del dualismo etnológico y de sus variaciones y ramificaciones para centrarnos en las religiones históricas, surgidas entre los siglos II y III de nuestra era, que acabaron imponiéndose como ejemplos propios de religiones dualistas.
Para alcanzar el objetivo que pretendemos, bastará con limitarnos a observar que el problema del dualismo en el ámbito religioso está estrechamente vinculado al problema del origen del Mal y que, por tanto, es consecuencia del cambio fundamental ocurrido en diferentes tradiciones
religiosas en las que, mientras se va afirmando un creciente pesimismo cósmico y antropológico que ve en el Mal un componente esencial del orden constituido, al mismo tiempo, sobre el fondo de un cambio radical de la
concepción de lo divino, se tiende a exonerar a Dios de cualquier responsabilidad relativa al origen de este Mal, entendido como una realidad sui géneris, y dotado por ello de una consistencia ontológica propia.
Desde esta perspectiva, se consideran «religiones dualistas» aquellas religiones que, aun pretendiendo a su modo preservar la trascendencia absoluta y la unicidad del principio divino, en su intento de conciliar la existencia de un Dios absolutamente bueno con la existencia de un Mal radical del que Él no es de ningún modo responsable, han recurrido a un planteamiento teológico típicamente dualista, que presupone la existencia de dos principios divinos, uno de los cuales es la causa y el origen del Mal.
Tal como hemos visto, el zoroastrismo es una religión dualista, puesto que el dualismo constituye un elemento distintivo del mensaje originario del propio Zoroastro. Otras religiones típicamente dualistas, además de las que examinaremos, son el mandeísmo y los distintos dualismos que han surgido a lo largo de la historia del cristianismo medieval, desde el bogomilismo hasta el catarismo.
Tal como se desprende de la historia de estas religiones, existen básicamente dos formas distintas de relacionar el principio del mal con el principio del bien. Por una parte, como en el caso del maniqueísmo o de ciertas formas de catarismo, nos encontramos con una forma radical de dualismo, según la cual los dos principios tienen la misma consistencia ontológica y el principio del mal coexiste ab aeterno con el del bien; en general, en estos sistemas a un período inicial de separación le sigue un período —que es la base del origen mismo del cosmos y del hombre— en el que, a consecuencia de un «incidente» inicial, generalmente provocado por las fuerzas del mal, se produce una mezcla de los dos reinos, que es el origen de la historia misma del cosmos y del hombre. El objetivo de la escatología es explicar cómo se conseguirá la derrota definitiva de las fuerzas del mal, que quedarán separadas para siempre de las fuerzas del bien.
Por otro lado, como ocurre en ciertas formas de gnosticismo, nos encontramos con una forma de dualismo moderada: en este segundo caso el origen del mal, para no amenazar la unicidad divina, se sitúa en el seno de la propia divinidad. En cualquier caso, hay que señalar que las dos formas, expresiones propias del pesimismo religioso, tienen en común un impulso optimista básico, que consiste en la convicción del triunfo definitivo de las fuerzas del bien
MONOTEISMO
El monoteísmo es la creencia en la existencia de un solo dios. El término proviene de dos palabras griegas: mono que significa "solo" y theus que significa "dios".
En el monoteísmo, "dios" significa algo supremo, relacionado con ideas y conceptos filosóficos, distinto un ser personal con atributos antropomórficos, nombres, e incluso etnia. El monoteísmo contrasta con el politeísmo que es la creencia en la existencia de varios dioses. Las religiones monoteístas suelen oponerse abiertamente al politeísmo.
CLEI 4 RELIGION
¿Qué es la espiritualidad?
Cuando se trata de Dios y el hombre, sólo existe un lenguaje, y ese lenguaje es la espiritualidad.
La espiritualidad es la universalidad de la Verdad, la Luz y el Deleite. La espiritualidad es la necesidad consciente de Dios. La espiritualidad es la oportunidad constante de realizar y probar que todos nosotros podemos ser tan grandes como Dios.
Dios es Deleite. El Deleite es el hálito del alma. Dios no quiere ver el rostro de la tristeza. Dios nos dará la infinitud en el momento en que estemos dispuestos a ofrecerle tan sólo un destello del deleite de nuestra alma.
El mundo está afligido. Nosotros somos responsables de ello. Nuestros sentimientos de auto-interés y auto-importancia son totalmente responsables de ello. La conciencia individual debe expandirse. El hombre necesita inspiración. El hombre necesita acción. La espiritualidad necesita al hombre. La espiritualidad necesita cumplimiento absoluto. La espiritualidad posee el ojo interno que enlaza todas las condiciones de la vida con certeza interna.
El hombre puede hacer y deshacer sus condiciones externas mediante sus pensamientos espirituales. Para el que lleva a Dios en sus pensamientos y acciones, sólo para él, Dios es una Realidad viviente.
La espiritualidad posee una llave secreta que abre la Puerta de lo Divino. Esta llave es la meditación. La meditación simplifica nuestra vida externa y energiza nuestra vida interna. La meditación nos da una vida natural y espontánea. Esta vida llega a ser tan natural y espontánea que no podemos respirar sin tener conciencia de nuestra divinidad.
La meditación es un regalo divino. Es la aproximación directa, pues conduce al aspirante hacia Aquel de quien ha descendido. La meditación nos dice que nuestra vida humana es algo secreto y sagrado y confirma nuestra herencia divina. La meditación nos da un nuevo ojo para ver a Dios, un nuevo oído para oír la Voz de Dios y un nuevo corazón para sentir la presencia de Dios.
La vida espiritual no es un lecho de rosas, ni tampoco un lecho de espinas. Es un lecho de realidad e inevitabilidad. En mi vida espiritual veo el papel del diablo y el papel del Señor. Si el diablo posee la tentación, mi Señor posee la Guía. Si el diablo tiene oposición, mi Señor tiene Ayuda. Si el diablo tiene castigo, mi Señor tiene Compasión. Si el diablo me lleva al infierno, mi Señor me lleva al Cielo. Si el diablo tiene la muerte para mí, mi Señor tiene la Inmortalidad para mí.
Con la plenitud de nuestro corazón y con las lágrimas inundando nuestros ojos, debemos rezar a Dios. Debemos elevar nuestro objetivo tan alto como la realización de Dios, puesto que ese es el único propósito de nuestra existencia terrenal. Sri Ramakrishna dice: «Para ningún propósito ha nacido, quien teniendo el raro privilegio de haber nacido hombre, es incapaz de realizar a Dios en esta vida».
La ciencia ha logrado maravillas. No obstante, el alcance de su visión es limitado. Hay mundos más allá de los sentidos; hay misterios ocultos. La ciencia no tiene acceso a estos mundos; la ciencia nunca puede resolver estos misterios. Pero una figura espiritual puede fácilmente, con su visión interna, penetrar en estos mundos y sondear estos misterios. Y aún así, una figura espiritual es un auténtico idealista que no construye castillos en el aire sino que, mas bien, tiene sus pies firmemente plantados en la tierra.
La espiritualidad no es mera tolerancia. Ni siquiera es aceptación. Es el sentimiento de unicidad universal. En nuestra vida espiritual consideramos lo Divino, no sólo en términos de nuestro propio Dios sino en términos del Dios de todos. Nuestra vida espiritual establece firme y seguramente las bases de la unidad en la diversidad.
La espiritualidad no es mera hospitalidad con la fe en Dios de los demás. Es el reconocimiento y la aceptación absoluta de su fe en Dios como la propia de uno. Difícil, pero no imposible, puesto que esta ha sido la experiencia y la práctica de todos los Maestros espirituales de todos los tiempos.
La «Verdad» ha sido el problema de los problemas en todas las épocas. La verdad vive en la experiencia. La verdad en su aspecto externo es sinceridad, veracidad e integridad. La verdad en su aspecto interno y espiritual es la visión de Dios, la realización de Dios y la manifestación de Dios. Eso que respira eternamente es la Verdad. Incitador del alma es el grito de nuestros videntes Upanishádicos: Satyam eva jayate nanritam: "Sólo la Verdad triunfa, y no la falsedad". Bienaventurada es la India por tener este como su lema, su aliento de vida, su extenso mensaje de divinidad universal.
La espiritualidad no va a ser hallada en los libros. Aunque exprimamos un libro no vamos a obtener espiritualidad alguna. Si queremos ser espirituales, tenemos que crecer desde dentro. Los pensamientos y las ideas preceden a los libros. La mente levanta a los pensamientos y a las ideas de su sueño. La espiritualidad despierta a la mente. Una persona espiritual es la que escucha los dictados de su alma, y a la que el temor no puede torturar. Las opiniones del mundo son demasiado débiles para atormentar su mente y su corazón. Ella conoce, siente y personifica esta verdad.
Por último, tengo un secreto abierto para los que quieran emprender la vida espiritual. El secreto abierto es este: pueden cambiar su vida. No necesitan esperar años, ni siquiera meses para este cambio. Este se inicia en el momento en que uno bucea en el mar de la espiritualidad. ¡Intenten vivir la vida de la disciplina espiritual por un día, ¡un solo día! Están llamados al triunfo.
FE
La fe es, generalmente, la confianza o creencia en algo o alguien.1 Puede definirse como la aceptación de un enunciado declarado por alguien con determinada autoridad, conocimiento o experiencia.
Las causas por las cuales las personas se convencen de la veracidad de una fe, dependerán de los enunciados filosóficos en los que las personas confían. La palabra «fe» puede también referirse directamente a una religión o a la religión en general, sin embargo, tener fe no implica tener una religión. Al igual que la "confianza", la fe implica un concepto de eventos o resultados futuros, y puede o no carecer de un mínimo de pruebas
La fuerza racional
Si la fe nace de un postulado, se la combina con evidencias del pasado y un soporte razonable por el cual se establece un resultado esperado, se despertará en la persona un toque de anhelo que la inducirá a actuar para conseguir lo esperado. Así pues, dará como resultado una fuerza interior cauta, que procurará asegurarse de que las condiciones son las ideales, y sobre todo y lo más importante, posee dominio de la razón sobre sus actos. A este respecto no es una fuerza interior bruta que nace y no se sabe como.
- La voluntad es la expresión de obras por la explicación satisfactoria a nuestro convencimiento. En ello va nuestra confianza en las premisas, postulados y/o suposiciones que nos permitirán falsar el conocimiento. Si bien, nuestra voluntad será nula ante un planteamiento no satisfactorio desde el punto de vista racional...
- La esperanza es el anhelo que se tiene por ver resuelto y finalizado un trabajo. Este trabajo está sujeto a un método, que a su vez se sujeta a una teoría.
- La creencia es la parte de buena voluntad que ponemos a la hora de trabajar. Si esta condición no se diese, la persona negaría su cooperación
La fuerza moral
Es lo que una persona sostiene en el medio social de la vida cotidiana.
Si la fe no nace como fuerza interior, sino que sencillamente uno acepta directamente la autoridad de una persona por algún tipo de temor mórbido a ser castigado o por ganar la recompensa prometida. En este caso la fuerza nace de la propia voluntad de la persona. Este tipo de sumisión, tiene a largo plazo, y de violarse la promesa inicial (bien las pautas por las cuales se castiga o las pautas por las cuales se premia), al agotamiento y pérdida de la fe y/o la pérdida absoluta de la sumisión. Caso de que la persona persista en sostener esa fe aún más allá de la pulsión que le permita someterse, se corre el riesgo de enfermar. Si estas bases no se violan, la persona continuará sana y satisfecha de observar que su esfuerzo sirve de algo (bien para no ser castigado y/o bien para ser premiado, las mismas bases que se usan en el adiestramiento de cualquier otro animal). De esta sumisión nace la fe como doctrina religiosa.
- Voluntad moral es la expresión de nuestros actos por la confianza en que lo aplicado será de beneficio para otros. Esta actitud parte de una persona sana, satisfecha consigo misma y relativamente feliz.
- Esperanza moral es la expresión de nuestros actos por la confianza de que obtendremos un entorno moralmente acorde a lo que establecemos como bueno, ajustando nuestro comportamiento, dado que es lo moralmente correcto.
- Creencia moral es la firme convicción, más allá de cualquier argumento que pretenda persuadirnos de satisfacernos de otra manera, expresando nuestros actos por la confianza de que estaremos agradando a alguien poderoso y que este hará lo que promete porque tiene el poder para hacerlo.
La fuerza emocional
Si la fe nace de un deseo, en el cual se ha encontrado una creencia que lo apoya y añadiéndole la fuerza que aporta la aprobación grupal de un colectivo a la autoestima y dignidad de la persona, así como de la confianza absoluta que el propio individuo le confiere a sus propios deseos, dará como resultado una fuerza interior bruta sin directriz racional.
La Fe según la Biblia
La Fe es un concepto judío que se deriva de la palabra hebrea emuná que significa tres cosas: firmeza, seguridad y fidelidad. Para el pensamiento judío, una fe que no incluya seguridad o fidelidad, es lo mismo que separar el espíritu del cuerpo, es decir: es una fe muerta (Stg 2:26).
Ésta es la definición de la fe dada en la carta a los hebreos:
"la Fe es la certeza de lo que se espera y la evidencia de lo que no se ve" (Heb 11:1).
La palabra griega: 'élenjos' se suele traducir tradicionalmente por: 'convicción', pero como hemos visto, la fe no es sólo convicción; sino obrar consecuentemente con lo que uno cree. Élenjos también significa: "evidencia" o "prueba de algo". Así pone Yakov (Jacobo, o Santiago) el ejemplo de Abraham: que creyó a Dios y le fue contado por justicia, pero únicamente validó esa convicción cuando llevó a su hijo al altar, como Dios le había mandado (Heb 11:17; Stg 2:21-22).
SINCRETISMO
Un sincretismo es un intento de conciliar doctrinas distintas. Comúnmente se entiende que estas uniones no guardan una coherencia sustancial. También se utiliza en alusión a la cultura o la religión para resaltar su carácter de fusión y asimilación de elementos diferentes
La palabra sincretismo viene del griego συγκρητισμος (sincretismós) (DRAE) compuesto por el prefijo συν- (sin-) que vemos presente en sinestesia, simbiosis o idiosincrasia, unido a un vocablo que puede derivar del gentilicio "cretense", para lo que nos apoyamos en la referencia histórica que comenta Plutarco en el capítulo del "Amor Fraternal" en sus "Moralidades", que nos dice que los cretenses dejaban a un lado sus diferencias internas en periodos de guerra; del término κερας -ατος, que significa cuerno y en términos bélicos hace referencia a las alas o flancos del ejército, en cada una de las cuales estaba agrupado un pueblo o región, que se unía con sus aliados frente a los invasores; o más probablemente del verbo κεραννυμι, que significaba mezclar (especialmente vino con agua) o fundir y del que deriva cerámica
SINCRETISMO RELIGIOSO
El sincretismo religioso es un proceso, generalmente espontáneo, consecuencia de los intercambios culturales acaecidos entre los diversos pueblos. En algunos casos, se debe a una intervención oficial, como sucedió con el dios Serapis. Es un proceso en el que se intenta superar una situación de crisis cultural producida por la colisión de dos o más tradiciones religiosas diferentes.
Es un intento por conseguir que dos o más tradiciones culturales diferentes sean capaces de crear un ámbito de cohabitación en armonía. Su característica principal es que se realiza a través de la mezcla de los productos culturales de las tradiciones coincidentes.
El proceso de sincretización religiosa debe desarrollarse a la manera de una simbiosis en la que los dos cultos se mantengan. Pero esta simbiosis no se debe entender como la consecución de la cohabitación de las tradiciones implicadas, la simbiosis puede dar lugar al nacimientos de una nueva identidad cultural única incluso manteniendo dos cultos distintos. Para entender su profundidad debemos distinguir previamente entre la experiencia religiosa y la experiencia cultural. La ornamentación de la tradición, debe reconocerse como ornamentación. Debe entenderse que la esencia no se encuentra en la forma de un rito, sino en su significación sin confundir la significación con el significado del culto.
Un ejemplo para dilucidar la cuestión: la «baiana», considerada como un traje regional brasileño, es una prenda de origen africano que ha entrado a formar parte de la cultura brasileña, una prenda compartida más allá del significado que pueda tener en las distintas comunidades. El sincretismo es, por tanto, un proceso ajeno a la propuesta abstrayente de la comunión de cultos a través del reconocimiento de una divinidad común, la vía de comunión son los productos culturales de la religión.
De esta manera, el sincretismo no es un proceso automático fruto del diálogo o de una puesta en común. La realización del sincretismo religioso no surge del acuerdo sino de la cohabitación. El momento en el que dos culturas diferentes se encuentran cara a cara puede provocar un grave conflicto. El sincretismo supone aceptar la situación de crisis y afrontarla en dos etapas: la acomodación y la asimilación.
Durante la acomodación no se produce ningún cambio en ninguna de las culturas. Se produce un ajuste exterior, que se puede producir de forma rápida, pero no supone un paso sólido. La acomodación de las culturas se puede entender como una toma de consciencia por parte de los individuos de cada cultura de la existencia de una cohabitación dentro de un mismo espacio vital de dos tradiciones diferentes. Se pueden producir cambios en la fachada de cada tradición en una búsqueda de hacer más fácil la relación, pero todos los individuos guardan los valores de su cultura original.
La segunda fase, la asimilación, afecta a las culturas en conflicto que se fusionan a través de una interpenetración. Los individuos pertenecientes a las diferentes tradiciones no se cierran sobre sus valores originarios, sino que se abren, aceptando y adquiriendo nuevas costumbres. Es un proceso muy lento e inconsciente. La asimilación se produce con la aparición de una historia común para las dos tradiciones. Los individuos viven el mismo día a día desde dos tradiciones diferentes, pero forman un nuevo grupo que se forma con la integración de los diferentes individuos a un nuevo ámbito social.
El objetivo último del sincretismo es alcanzar la asimilación religiosa, pero para ello siempre es necesario la acomodación. La acomodación permite al individuo vivir dentro de un nuevo mundo plural como en un ámbito propio. Se podría decir que la asimilación necesita de una convivencia natural con las nuevas culturas.
El sincretismo es la unión de dos o más rasgos culturales de origen diferente. En América y en África, donde han existido procesos de dominio occidental sobre las religiones locales, hay ejemplos de sincretismo religioso, como el vudú haitiano, la macumba y el candomblé brasileños, y el kimbangüismo africano. La iglesia de Santo Tomás de Chichicastenango (Guatemala) es una de las pocas iglesias católicas del mundo en cuyo interior y exterior están permitidos los ritos de otra religión: la maya. A mediados de 1800, el padre Ximénez encontró aquí el manuscrito del Popol Vuh (la biblia maya) y lo leyó dentro de la iglesia. Desde entonces, los indígenas practican el sincretismo entre el culto católico y el maya, realizado por varios oficiantes, que utilizan velas de colores, incienso, humo, aguardiente y pétalos de flores.
CLEI 5 RELIGION
Deísmo
El deísmo es una postura filosófica que acepta la existencia y la naturaleza de Dios a través de la razón y la experiencia personal, en lugar de hacerlo a través de los elementos comunes de las religiones teístas como la revelación directa, la fe o la tradición. La mención de Dios en este artículo se refiere más a un Creador u Organizador (demiurgo) que al Dios Abrahámico. En palabras más sencillas: un deísta es aquel que se inclina a creer en la existencia de Dios, pero no practica ninguna religión. Así, uno de los principales postulados de esta doctrina está basado en la creencia de que Dios existe y creó el universo físico, pero no interfiere con él (postulado que incluye a la evolución teísta). Este postulado se relaciona y origina con una filosofía y movimiento religioso que deriva la existencia y naturaleza de Dios por la razón. Por ello no toma posición sobre lo que hace Dios fuera del universo, en contraste con el fideísmo que se encuentra en muchas enseñanzas del cristianismo,1 islamismo y judaísmo, que sostiene que la religión depende tanto de la revelación de las sagradas escrituras o del testimonio de otra gente.
Los deístas típicamente también tienden a rechazar los eventos sobrenaturales (milagros, profecías, etc.) y a afirmar que Dios no interfiere en la vida de los humanos y las leyes del universo. Por ello, a menudo utilizan la analogía de Dios como un relojero. Lo que para las religiones organizadas son revelaciones divinas y libros sagrados, la mayoría de deístas entiende como interpretaciones inventadas por otros seres humanos, más que como fuentes autorizadas. Los deístas creen que el mayor don divino a la humanidad no es la religión, sino la habilidad de razonar.
El deísmo cobró notoriedad en los siglos XVII y XVIII durante la Ilustración, especialmente en el Reino Unido, Francia y los Estados Unidos, principalmente entre aquellas personas educadas como cristianas que vieron que no podían creer ni en la Trinidad divina, la divinidad de Jesús, los milagros ni en la infalibilidad de la Biblia; pero que sí creían en un solo dios. Inicialmente, no formaron ninguna congregación, pero con el tiempo el deísmo también ha llevado al desarrollo de otros grupos religiosos, tales como el Unitarismo que se convirtió más tarde en el Unitarismo universalista. Continúa hasta la actualidad en la forma de deísmo clásico y deísmo moderno.
Ateísmo
El ateísmo es, en un sentido amplio, la no creencia en deidades u otros seres sobrenaturales. En un sentido más estricto, el ateísmo es la posición que sostiene la inexistencia de deidades. Algunos la definen como una doctrina o posición que rechaza el teísmo, que en su forma más general es la creencia en la existencia de, al menos, una deidad.
En un sentido amplio podría incluirse dentro de la definición de ateísmo, tanto las personas ateas, quienes explicitan la no existencia de dioses, como aquellas que, sin creer en su existencia, no tienen evidencia ni convicción para su refutación. En un sentido estricto se excluyen a estos últimos, denominados agnósticos, de la definición de ateos. Los agnósticos rechazan reconocerse como ateos o ateístas ya que consideran inaccesible al entendimiento humano todo conocimiento de lo divino y de lo que trasciende la experiencia o simplemente irrelevante.1
El término ateísmo incluye a aquellas personas que declaran no creer en ningún dios ni fuerza ni espíritu divino. Según el historiador Francisco Díez de Velasco, ser ateo o negar la existencia de un dios o dioses no implica necesariamente no pertenecer a ninguna religión; existen religiones, como el budismo que niegan la existencia de dios2 o no mencionan la existencia de dios alguno y que, por consiguiente, son ateas o más correctamente no teístas.
Etimológicamente el término proviene del adjetivo griego αθεος (atheós) , que significa ‘sin dios’ (en cualquiera de los dos sentidos, de no creer en uno o más dioses o de no venerarlos); siendo a la partícula negativa ‘no’ o ‘sin’; y theós: ‘dios’ (literalmente Zeus). Esta letra theta (θ Θ) griega se pronunciaba como la zeta de los españoles; justamente, en el alfabeto fonético la zeta española se representa con esa letra θ. En cambio, la dseda griega (ζ Ζ) se pronuncia como una mezcla de D con Z
Escepticismo
En general el escepticismo es la denominación que recibe la actitud de cuestionar o poner en duda algunas afirmaciones que, bajo algunos contextos, se dan por sentadas.
"El escepticismo es la facultad de oponer, de todas las maneras posibles los fenómenos posibles y los noúmenos; y de ahí llegamos, por el equilibrio de las cosas y de las razones opuestas (isostenia), primero a la suspensión del juicio (epojé) y después a la indiferencias (ataraxia)."
El escepticismo toma una actitud contraria al dogmatismo. Esta corriente tiene una posición que el sujeto no puede aprehender al objeto.
"El sujeto cognoscente depende de una serie de factores que le impiden llegar al objeto."
Para comprender el escepticismo es necesario saber que: "El escepticismo como doctrina filosófica tiene dos aspectos: Uno teórico y otro práctico.
Desde el punto de vista teórico, el escepticismo es una doctrina del conocimiento según la cual no hay ningún saber firme, ni puede encontrarse nunca ninguna opinión absolutamente segura. Desde el punto de vista práctico, el escepticismo es una actitud que encuentra en la negativa a adherirse a ninguna opinión determinada en la suspensión del juicio (epojé), la salvación del individuo, la paz interior."
El escepticismo no pone en duda el fenómeno, sino lo que se dice de él, y esto es diferente del fenómeno mismo.
Origen del escepticismo
El escepticismo empezó propiamente en el siglo III a.C. con Pirrón de Elis y los pirronáicos que fueron llamados escépticos. Pirrón fue influido durante su expedición militar por la silenciosa sabiduría de los orientales.
Sentido y fases del escepticismo griego
El escepticismo griego tiene cuatro etapas bien definidas, aunque propiamente no guardan relación entre sí:
- El escepticismo, en cuanto actitud negativa ante la validez del conocimiento científico aparece con Pirrón. Su actitud y sentido es moral, al estilo de las escuelas socráticas menores en cuyo marco se encuadra el pensamiento.
- La segunda fase del escepticismo se desarrolla en la Academia Platónica en lucha contra el dogmatismo de los estoicos.
- El escepticismo reaparece en forma más aguda a finales del siglo I a.C, con Enesidemo y Agripa.
- La última fase del escepticismo es representada por Sexto Empírico, médico que perteneció a la escuela empírica del siglo II d.C., quien se proponía destruir toda clase de dogmatismo especulativo, adoptando una actitud práctica empirista ante la realidad.
Escepticismo religioso
El escepticismo religioso es un tipo de escepticismo relativo a la religión que no debe confundirse con ateísmo.
Los escépticos cuestionan la autoridad religiosa y desconfían o dudan de la verdad o eficacia de alguna o varias prácticas religiosas. Muchos son teístas, creen en dios, pero rechazan la religión organizada.
Laicismo
Laicismo es la corriente de pensamiento, ideología, movimiento político, legislación o política de gobierno que defiende, favorece o impone la existencia de una sociedad organizada aconfesionalmente, es decir, de forma independiente, o en su caso ajena a las confesiones religiosas. Su ejemplo más representativo es el "Estado laico" o "no confesional". El término "laico" (del griego λαϊκός, laikós - "alguien del pueblo", de la raíz λαός, laós - "pueblo") aparece primeramente en un contexto cristiano.
El concepto de "Estado laico", opuesto al de "Estado confesional", surgió históricamente de la Separación Iglesia-Estado que tuvo lugar en Francia a finales del siglo XIX, aunque la separación entre las instituciones del estado y las iglesias u organizaciones religiosas se ha producido, en mayor o menor medida, en otros momentos y lugares, normalmente vinculada a la Ilustración y a la Revolución liberal.
Los laicistas consideran que su postura garantiza la libertad de conciencia además de la no imposición de las normas y valores morales particulares de ninguna religión o de la irreligión. El laicismo es distinto del anticlericalismo en cuanto no condena la existencia de dichos valores religiosos.
¿Ciencia vs. Religión?
Es frecuente pensar que la ciencia es, de alguna manera, “enemiga” de la religión.
Un ejemplo son los debates sobre la evolución que se han dado en Kansas y otros estados de la Unión Americana. Quienes exigen que junto con la teoría darwiniana se enseñen concepciones religiosas, como el creacionismo o el llamado “diseño inteligente”, esgrimen el argumento de que no se debería excluir a la religión del salón de clases.
Quizá tengan razón. Sin embargo, tampoco hay motivo para permitir que la religión entre en la clase de ciencias, ni forme parte de un sistema de enseñanza si las leyes lo definen como laico (según el diccionario, “independiente de cualquier organización o confesión religiosa”).
Esto no quiere decir que la ciencia se oponga a la enseñanza religiosa. Simplemente, intenta evitar que el pensamiento religioso se confunda con el científico. Se vuelve interesante, entonces, examinar las causas por las que vale la pena mantener clara esta distinción:
Mientras que la religión se basa en conocimiento revelado, recibido directamente de la divinidad, por medios que no pueden expresarse a través de la razón (el creyente sabe que sabe, aunque no sepa cómo lo sabe), la ciencia produce conocimiento sobre la naturaleza, y para ello se basa en la observación, la experimentación, la discusión y el razonamiento lógico (el científico cree saber, aunque sí sabe por qué cree lo que cree).
Aunque las religiones pueden cambiar, su naturaleza revelada les impide evolucionar, en el sentido en que sí lo hace la ciencia: encontrando explicaciones nuevas y mejores que continuamente sustituyen a las antiguas. Los dogmas religiosos, en cambio, son verdades eternas que no pueden ser refutadas.
Mientras que la religión se basa en la fe (creer en algo sin necesidad de pruebas), en ciencia el escepticismo es un valor central: para aceptar algo, se requieren necesariamente pruebas convincentes. Por ello una educación científica, que fomenta el escepticismo, puede chocar con la formación religiosa, que valora y promueve la fe.
Finalmente, mientras que la ciencia se limita a estudiar el mundo natural, la religión abarca no sólo el mundo físico, sino también el de lo espiritual. Para fines científicos, no hay razón para suponer que exista nada más allá del mundo físico; la ciencia es, por necesidad, naturalista, y de entrada desecha cualquier suposición que involucre fenómenos sobre-naturales.
En realidad, ciencia y religión no son enemigas, aunque sí son distintas y quizá, en gran medida, incompatibles. Lo cual no quiere decir que una busque eliminar a la otra. Después de todo, tampoco el arte ni el amor son, afortunadamente, explicables desde un punto de vista racional y científico.
LA FE VERSUS LA RAZÓN
El escritor Albert Camus dijo: <<en las profundidades del invierno aprendí que dentro de mí hay un invencible verano. Él águila nos enseña una gran lección para nuestra vida de fe. Contrario a muchas aves él águila no emigra. Él águila permanece siempre en su lugar, él águila es un ave muy estable, muy arraigada al hogar que ha edificado, y ni el fuerte frío ni el calor la hace dejar su nido.
Esta determinación del águila de permanecer en su nido durante el invierno, manifiesta otra cualidad indispensable para vivir en las alturas. Él águila muestra una firme decisión de atravesar la temporada de frío y no escoger lo fácil o el escape. A esta actitud podemos llamarla fe.
La fe es una habilidad sobrenatural que hace posible que creamos lo imposible y nos mantengamos firmes hasta el final.
La razón, es una fuerte voluntad y resolución humana por lograr las metas.
La razón funciona por lo que tú ves. En la forma que nace Ismael es evidente que fue el hijo de la razón, es evidente Abraham en esta etapa de su vida todavía podía engendrar y Agar no era estéril. El único problema que había era que este no era el plan de DIOS, este era el plan de Sara.
La fe funciona por promesa. La promesa se cumple cuando ya no existen posibilidades humanas para lograr algo. DIOS esperó a que Abraham tuviera 99 años y Sara además de ser estéril perdiera la costumbre de las mujeres para cumplir lo que le había prometido.
Este parece ser el principio de operación de la fe. Cuando las posibilidades son nulas DIOS interviene sobrenaturalmente para cumplir lo que ha prometido.
La razón se caracteriza por lograr algo. La razón siempre está buscando algo para sentirse realizada: un proyecto, un evento, una actividad. La razón siempre juzgará la vida por lo que está pasando. La razón no soporta los tiempos de quietud, siempre necesita ver
que algo está sucediendo para sentirse bien.
La fe se caracteriza por el descanso. La fe no necesita ver para creer que DIOS está haciendo su obra. Muchas veces cuando más quietud hay, posiblemente sea cuando DIOS más esta actuando en nuestras vidas. La verdadera fe produce descanso, porque es la certeza de que lo que DIOS prometió también lo cumplirá.
La razón es limitadora. Pero la fe es libertadora. La razón es esclava de los cinco sentidos naturales. Una persona gobernada sólo por lo natural será víctima de las limitaciones que esta vida produce. CRISTO luchó fuertemente por sacar a sus discípulos de la razón y confrontarlos con la fe. Los planes que DIOS tiene para tu vida requieren más fe y menos razonamiento. Cuando tú sumas y comparas lo que tienes con lo que
DIOS te ha dicho, te vas ha dar cuenta que nunca tienes lo suficiente. Es en esos momentos que la fe se eleva a otra dimensión. La fe sabe que su provisión no es natural, sino sobrenatural.
CLEI 6 RELIGION
La estructura del Hecho Religioso
Lo Sagrado como Orden y Ámbito de realidad
Sagrado significa el ámbito (marco, trasfondo, plataforma) en el que se inscriben todos los elementos que componen el hecho religioso. Lo sagrado significa el orden de realidad en el que se inscriben aquellos elementos: Dios, hombre, actos, objetos que constituyen las múltiples manifestaciones del hecho religioso. Ninguno de los elementos del hecho religioso, incluso Dios, sería religioso sin referencia a ese orden de realidad
La religión no ha de comprenderse como "ordo ad Deum" (orden a Dios), sino como "ordo ad sanctum", relación con lo sagrado (N. Söderblom).
Lo sagrado como orden de realidad se manifiesta en aspectos subjetivos (disposiciones, intenciones, actitudes y actos concretos) y objetivos (realidades naturales, instituciones, obras humanas), pero el carácter totalizador que posee el ámbito de realidad hace que en ningún caso se confunda con los elementos subjetivos que suscita ni con los elementos objetivos en que se expresa. Lo sagrado se hace presente en realidades objetivas, pero ninguna de estas es lo sagrado o se confunde con ello.
Características generales de este orden de realidad
1. Ruptura de nivel. Ruptura de nivel en relación con la vida "ordinaria". El hombre religioso se comporta de forma diferente al resto de hombres o a si mismo cuando no era religioso. "La división del mundo en dos dominios, que comprende el uno todo lo que es sagrado y el otro todo lo que es profano, es el rasgo distintivo del pensamiento religioso" (Durkheim). La vida ordinaria con la que rompe la aparición de lo sagrado es la vida del hombre como ser intramundano, es la vida realizada en la historia. La ruptura de nivel operada por la aparición de lo sagrado pone en contacto con un supra y con un prius, es decir, con un orden de realidades superiores en el haber y en el ser en relación con el hombre. Este orden es trascendente y afecta a la existencia que entra en contacto con él de forma definitiva, total y última.
2. Manifestaciones (subjetivas y objetivas) de la realidad y existencia religiosa en los que se muestra la ruptura de nivel. Se entiende por manifestaciones aquellas disposiciones anímicas y actos internos religiosos de carácter individual y actos exteriores de culto de carácter social. Entre estas manifestaciones están:
3. La experiencia de lo numinoso (misterio tremendo y fascinante).
o Sentimiento de lo tremendo se refiere a un estado de ánimo en la línea del miedo, suscitado por una realidad de tal naturaleza que su aparición hace vacilar los fundamentos del propio ser y hace sentir al ser humano inseguro (sentimiento de pecado, de anonadamiento y de sobrecogimiento).
o Atracción fascinadora que ejerce lo numinoso sobre el sujeto religioso y que se expresa en términos de asombro y admiración. Supone un abismamiento, una extinción (nirvana) en un más allá de la propia condición.
4. Ritos de iniciación o Ritos de tránsito. "Los ritos de iniciación están universalmente extendidos en el mundo primitivo" (Mircea Eliade).
1. Los ritos de pubertad, por los que jóvenes obtienen el acceso a lo sagrado, al conocimiento y a la sexualidad.
Las iniciaciones mediante las que se confiere a la persona una función especial en relación con lo sagrado.
La esencia de los ritos de iniciación consiste en el paso de la vida "natural" a una vida nueva procurada por la aparición de lo sagrado y el contacto con ello. "La muerte representada en todo rito de iniciación significa el fin del hombre natural y el paso a una nueva forma de existir, la de un ser nacido para el espíritu, es decir, la de un ser que no vive tan sólo en la realidad inmediata…Cambio ontológico de las formas estructurales de la existencia" (Mircea Eliade). La iniciación repite un modelo divino (el hombre se transforma en otro según el modelo manifestado por los dioses) y permite al hombre tomar parte en su forma "sobrenatural" de ser.
. La conversión y la iluminación. En las grandes religiones existe una manifestación de la existencia religiosa que corresponde a la función de los ritos de iniciación en las religiones primitivas.
La conversión significa la sustitución de una forma de ser por otra nueva; el paso de una vida natural, mundana, a una vida determinada por una realidad sobrenatural y supramundana. La conversión supone una crisis radical de la forma anterior de existencia y produce una completa
transformación, "renovatio". Una potencia nueva penetra en la vida y ésta se experimenta como totalmente otra. La conversión es vivida como fruto de una acción divina. No es el hombre quien se convierte, sino Dios quien le convierte, quien le dota de una vida nueva. La conversión es esencialmente un renacimiento: Dios renueva la vida; él sustituye la vida profana e impía por una vida santificada. "Yo no soy bueno, decía San Agustín, porque amo a Dios, sino porque Dios me ama".
La iluminación. En las religiones místicas orientales se encuentran manifestaciones que corresponden a la conversión de las religiones proféticas (judía, cristiana, islámica). Los términos centrales de la espiritualidad hindú y budista son: iluminación, liberación, y prácticas yoga por las que se accede a ese momento y que procuran la entrada en lo absoluto, la identificación con el Brahman, el nirvana, etc. Aquí la salvación no tiene por objeto la condonación de un castigo divina o la liberación de un pecado, sino la iluminación del hombre sobre su verdadera condición, la toma de conciencia de su unidad con el absoluto (el "tú eres eso") o el descubrimiento de la existencia del dolor, sus causas y la superación del mismo. Para llegar a la meta se proponen una serie de prácticas que pueden resumirse en el término de yoga ("toda práctica ascética y todo método de meditación" hasta llegar al enstasis, lo opuesto a éxtasis).
f. Tabú y sacralidad (aspecto objetivo). La palabra tabú viene de Polinesia, significa lo "expresamente nombrado, separado". Existe tabú cuando una cosa está llena de potencia y este hecho es constatado expresamente. El tabú:
Indica la presencia de una potencia en una realidad.
Hace referencia a la actitud correspondiente del hombre ante esa realidad.
Existe coincidencia entre el tabú de Polinesia y las prescripciones de semitas relativas a la pureza ritual (Prohibiciones rituales"). Al comprender el tabú como "presencia de la potencia", y al hacer de éste el primer elemento en la constitución de lo sagrado, se ha identificado prácticamente tabú y santidad, dando pie a la ambivalencia sicológica de lo sagrado: significa puro e impuro, saludable y peligroso que poseen las realidades pertenecientes al ámbito de lo sagrado. El contacto con la realidad sacra produce una ruptura de nivel ontológico que podría ser fatal. De ahí que el hombre reaccione de forma ambivalente ante ella.
Realidad determinante del ámbito religioso
La potencia y la figura de Dios.
Mana/potencia superior impersonal (Marett, N. Söderblom, G van der Leeuw). Lo santo es el objeto de la religión y la potencia es la determinación primera de lo santo. Lo sagrado no está condicionado a la figura de Dios. "Los objetos y los hombres tienen mana (es decir, encarnan potencia porque lo han recibido de unos seres superiores o, porque participan místicamente de lo sagrado" (M. Eliade).
La realidad determinante del orden de lo sagrado es un ser o seres personales: Dioses, Dios (G. Widengren, W. Baetke). Santo es lo que pertenece a la esfera divina o de Dios. "Dondequiera se encuentre Dios, se encuentra lo sagrado."
El misterio, realidad determinante del ámbito de lo sagrado
Definición de Misterio.
No es el Dios o los dioses de las religiones que conocemos. El Misterio es lo que tienen de común todas las formas de divinidad, es decir, todas las configuraciones que el sujeto ha dado de lo que es el término de su actitud religiosa.
Características del misterio.
El misterio es vivido como trascendencia y trascendencia activa. Es decir, como:
• Totalmente otro.
• Superioridad ontológica.
• Superioridad axiológica: sumo Bien.
• Santidad augusta.
Al descubrir la santidad augusta, el ser humano descubre también su condición de pecador. Adviene a él la idea de pecado. Para que haya pecado es necesario que el hombre se sitúe en la esfera de lo Santo. Pecado es la conciencia de la indignidad ("situación global"), de la falta de valor (bien) y de sentido de la propia existencia en cuanto separada de la realidad que se hace presente con la aparición de lo sagrado. El pecado es el lado negativo de la presencia, en la conciencia del hombre, de la realidad suprema como santa, digna, llena de valor y capaz de dar sentido a todo. Estos son los símbolos de la "situación global" de indignidad:
• El hombre es pecador porque está separado, desterrado, exilado en relación con lo sagrado (Judaísmo).
• El pecado es la atadura a lo que no es el Misterio; el pecado es deseo, cuidado por lo perecedero (Budismo e Hinduismo).
• El pecado es la elección del mal, de lo distinto de Dios o de lo que es contrario (Mazdeísmo).
• El pecado es tendencia a la autoafirmación, a constituirse a sí mismo en centro exclusivo (religiones procedentes del judaísmo: cristianismo e islamismo).
No todo es pecado; en la otra cara de la moneda está la salvación. La salvación es el paso a una vida que vale la pena, llena de sentido. La salvación se presentará:
• Como nirvana o extinción de la forma natural de ser, o como identificación con lo Absoluto: "Tú eres eso, el Brahman eres tú".
• Como nuevo nacimiento que sigue a la muerte del hombre viejo.
Google y Dios: Divinizar y personalizar a Google en la era digital
Reflexionar un poco acerca de Internet y Google. Hace algún tiempo, debido a un hecho circunstancial de mi vida, cotidiano diría, me decidí a escribir un artículo comentando las influencias de Google Internet en nuestra vida diaria y esa percepción que tiene la gente de relacionar inmediatamente Internet con Google. Todo surgió de un comentario que hizo mi hermano al realizar una búsqueda en Google y proclamar la tan escuchada frase “¡Google es Dios!”. Ese artículo quedó a las buenas de Google Dios y hoy quiero reeditarlo para ver cómo a través del tiempo aquello que escribí continúa siendo moneda corriente.
Comparación entre religión y Google
En aquella publicación de las que les hablé al inicio, hice una simple comparación entre la religión y Google y aquellos conceptos parecen perdurar a través del tiempo:
>> Religiones hay muchas, pero Dios solo hay uno. Buscadores hay muchos, pero Google solo hay uno.
>> Las religiones tienen sus mandamientos. Google sus Políticas de privacidad.
>> Las cualidades de Dios son omnipotencia (poder), omnisciencia (conocimiento) y omnipresencia (está en todos lados). ¿No te parece que estas cualidades se pueden aplicar a Google? ¿Qué pensáis?: ¿Google tiene un poder muy grande? ¿Google tiene conocimiento de todas las cosas? ¿Google tiene presencia en todas partes al mismo tiempo? Comentario: A pesar de lo anterior, como la mayoría de las religiones occidentales, Google ha tenido problemas para ser popular en algunos países de oriente como China (donde predomina el buscador Baidu) o Japón (donde el más popular es Yahoo!).
>> Las religiones tienen sus evangelistas. ¿Quién no conoce a Matt Cutts? ¿Quién no tiene un conocido “fanático” de Google?
>> Las religiones tienen sus propios santos. Google tiene santos de nuestra devoción (o no): Google Maps, Youtube, Gmail, Analytics, Picassa… ¿Y otros en proceso de canonización?… ¿Android? ¿Chrome?
No es fácil definir la vida. Por eso tampoco es fácil definir la muerte. Así como se habla del momento del comienzo de la vida, también se ha de hablar del momento de la muerte, que en el ser humano es uno de los momentos biográficos. La muerte es la separación del principio vital (llámese alma, psique, etc.) y del cuerpo, en la concepción filosófica clásica. Para Sócrates, la muerte es parcial, pues el alma no puede ser envenenada por la cicuta. Para Schopenhauer, la descomposición del cuerpo en la muerte puede verse de forma analógica como la eliminación de las heces, como una excreción. También se ha dado una definición muy impersonal de la muerte: es la extinción del sistema individual. O también: es la supresión del metabolismo. Pero todo el mundo sabe que la muerte es personal. El hombre es el único animal que conoce que va a morir, y siente que la muerte es como el último tono de la melodía de la vida. Es hacia los tres o cuatro años de edad, cuando el niño tiene la experiencia de la yoidad, cuando aparece la angustia de la muerte. Tal angustia se atenúa o desaparece si el individuo piensa que la muerte no es más que un momento de la biografía, biografía que continúa, de otro modo, pasado tal instante. Para Rilke, la hora de la muerte no es más que una de nuestras horas. Por otra parte, el fenómeno es inexplicable bajo el punto de vista de la experiencia, ya que el individuo vivo no tiene noción de lo que pueda ser la terminación de su vida. Por eso, el miedo a morir es normal en todos los seres humanos, y sobre todo si se trata de una muerte dolorosa, dramática; en tales casos, el posible deseo y petición de la muerte puede interpretarse en el sentido de que ese individuo pide ayuda médica, consuelo moral, compañía, calor humano, ayuda espiritual (Medicina Paliativa), medios todos ellos que hacen digna la muerte.
FANÁTICO:
“Que defiende con tenacidad desmedida y apasionamiento, creencias u opiniones, sobre todo religiosas o políticas. Preocupado o entusiasmado ciegamente por una cosa.”
Es evidente que ninguna mente sensata defendería el fanatismo como actitud propia del ser humano civilizado. Identificamos el fanatismo con la ceguera intelectual, con la incapacidad de valorar y sopesar los variados aspectos de la realidad.
El fanático no escucha, no razona, no produce diálogo. La mayoría de los cristianos no viven como fanáticos. Ni la mayoría de los musulmanes tampoco, ni la de los herederos de las ideologías históricas de occidente.
A pesar de ello, la historia ha escrito muchos de sus renglones con palabras tintadas de fanatismo, adjetivadas de manera diversa: religiosa, ideológica, bélica, económica. Momentos, lugares y grupos en los que la pasión y el exceso han hecho mella, enturbiando la transparencia de las ideas y de los vínculos, de los sentimientos y las creencias.
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